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EL FIN DE LA DESIGUALDAD: UN ANHELO CADA VEZ MÁS LEJANO

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En el mes de enero inicié mi periodo como diputado en la Asamblea de Antioquia, mi primer rol como político en ejercicio. A través de los años he adquirido experiencia trabajando en el sector público y privado, pero solo hasta el año pasado tuve la oportunidad de participar, en cabeza propia, por un cargo de elección popular; les cuento esto porque quiero que las personas que me siguen a través de mis redes sociales y aquellos quienes se animan a leer mis columnas de opinión, algo en lo cual incursioné también recientemente, conozcan que uno de mis decálogos como diputado, es lograr que el desarrollo sostenible sea un vehículo para superar las inequidades y promover la igualdad de acceso a las oportunidades y por supuesto, apelar por una conciencia colectiva que nos permita entender que el planeta no es solo habitado por nosotros los humanos, sino, que es compartido por un gran número de especies y está compuesto por una gran variedad de ecosistemas que deben ser conservados y protegidos.

Por esto, uno de mis propósitos durante estos cuatro años como diputado de Antioquia, es compartir con ustedes desde mi entendimiento los alcances positivos que nos traerá un desarrollo centrado en la sostenibilidad, para lo cual, me gustaría aprovechar este espacio para compartir información y mis opiniones acerca de la agenda mundial de desarrollo sostenible y, los objetivos y metas que en esta se trazan.

Estoy consciente de que la pandemia que azota al mundo entero desde principios de este año, nos ha recordado nuevamente la fragilidad de los modelos de bienestar, especialmente de aquellos modelos donde prevalecen estructuras que promueven la desigualdad y la inequidad, hechos que nos hacen preguntar ¿para qué hablar de sostenibilidad en el contexto mundial actual? Pareciera que este fuera un discurso que solo puede ser adoptado por países con estructuras sólidas, donde la pobreza (ODS 1), el hambre (ODS 2), la salud y el bienestar (ODS 3), la educación con calidad (ODS 4), la igualdad de género (ODS 5), el acceso al agua limpia (ODS 6) al trabajo decente (ODS y las desigualdades (ODS 10), solo por citar algunos ejemplos, son temas que ya no están en la prioridad de las agendas de los gobiernos, y les es posible trasladar las discusiones a otros temas como la construcción de ciudades sostenibles (ODS 11), producción y consumo responsable (ODS 12), una agenda verde (ODS 13), protección de los ecosistemas terrestres o marítimos (ODS 14 -15), energías no contaminantes (ODS 7), etc.

En Latinoamérica y en nuestro país, aún venimos batallando con los primeros, por eso el artículo de hoy lo quiero enfocar en escribir sobre el ODS 1: fin de la pobreza, y es que por estos días en los medios de comunicación se vienen difundiendo informes muy alarmantes respecto a este, especialmente para nuestra región. Hace unas pocas semanas se publicó la primera evaluación de los ODS, y como les había mencionado en un artículo anterior, Colombia ocupó el noveno lugar en Latinoamérica. En este informe publicado por el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina y el Caribe – CODS, con respecto al ODS 1, el país mostró avances en las metas relacionadas con la reducción de la pobreza, pues, “el país tiene un 3.77% de personas que reciben menos de USD$1,9, es decir, en condiciones de pobreza extrema. Según el CODS, esto representa un avance frente a décadas anteriores y una tendencia clara hacia el cumplimiento de erradicación de la pobreza. Sin embargo, en un artículo publicado por Semana Sostenible, advierten que el país necesita seguir trabajando en este aspecto, pues, «si se mide la pobreza teniendo en cuenta la población que recibe menos de 3,20 dólares al día, tenemos un porcentaje del 12.43% de personas en el país viviendo en esas condiciones».

Por otro lado, en un informe publicado por el DANE hace pocos días, el país presentó una disminución en el índice de pobreza multidimensional–IPM de 1,6 puntos porcentuales, ubicándose para el 2019 en el 17,5% de la población, con respecto al 19,1% registrado en 2018. Es decir que aquellos que presentaban carencias en diversas áreas como educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda y nivel de vida en general, de acuerdo al DANE, se redujo de 9,2 millones en el 2018 a 8,6 millones para 2019, por lo tanto, 615.000 personas salieron de la condición de pobreza multidimensional en Colombia durante el último año, un cambio estadísticamente significativo.

Pero en días recientes, en un artículo sobre las estimaciones actualizadas del impacto de la COVID-19 (coronavirus), publicado en Banco Mundial Blogs, dicen que la pobreza mundial puede incrementarse debido a los impactos del coronavirus en las economías nacionales, así se prevé que 176 millones de personas de todo el mundo caerán en la pobreza durante este año, y para América Latina según datos entregados por la ONU, la cifra ascenderá a 45 millones de personas que pasarán de la clase media a la pobreza, viéndose de esta manera, gravemente afectada la meta de erradicar la pobreza antes del 2030, y convirtiéndose el coronavirus en una gran amenaza para el cumplimiento de los ODS.

Para el país las noticias no son del todo alentadoras, ya que, según el informe anual sobre las perspectivas del mercado laboral de los países miembros de la OCDE, se revela que Colombia será uno de los miembros con más desempleo en el 2020 por la COVID-19, hecho que aumentará la situación de pobreza y pobreza extrema en el país, lo que indudablemente podrá retrasar el cumplimiento de las metas propuesta para tal fin al 2030. Adicionalmente, en un artículo publicado en Portafolio, sobre un informe que hará parte de un libro que Fedesarrollo publicará al final del año, expertos indican que, “por cuenta de los efectos de la pandemia, Colombia podría volver a los niveles de pobreza que vio en el 2010 a causa de la pérdida del empleo, la disminución de los ingresos y salarios laborales.”

Los retos para nosotros son enormes y el camino aún es largo, aunque los pronósticos están lejos de ser alentadores, tomaré unas palabras escritas por la CEPAL en su informe sobre el impacto del COVID-19 en América Latina y el Caribe en donde manifiestan: “la recuperación tras la pandemia debería tener como objetivo reconstruir mejor, lo que implica reconstruir con igualdad, redefinir el modelo de desarrollo hacia uno firmemente sustentado en los derechos humanos y tener en cuenta la dimensión ambiental, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda 2030”.

De esta manera les comparto nuevamente la invitación a apostarle al #desarrollosostenible, no como el tema del momento, sino como un estilo vida, de comportarnos entre humanos, de proteger los recursos naturales y nuestra relación con la naturaleza, pues el desarrollo sostenible es un vehículo para fortalecer el tejido social, y su base: las relaciones humanas, con la economía y el medio ambiente.

Luis Gabriel Gómez
Diputado

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